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El grado térmico de las bujías posibilita catalogarlas en dos clases: 1) Frías, cuando tienen la punta del aislante corta y gruesa, y en las que el calor se disipa rápidamente; y 2) Calientes, en las cuales la punta del aislante es larga y delgada; en ellas, el calor necesita recorrer un camino mayor para disiparse. Una bujía funciona correctamente en un rango de temperaturas que puede oscilar entre 500 y 800°C. Por debajo de 400 grados, la bujía puede engrasarse dada la formación de depósitos de aceite e incrustaciones de carbón, pues la temperatura no es suficiente para quemarlos; tales depósitos pueden ocasionar cortocircuitos en la punta de la bujía, produciendo fallos de encendido. Igualmente, al superarse los 800 grados en la punta de la bujía, el combustible se oxida y puede ensuciar la bujía, donde el calor llega incluso a quemar el electrodo. Con mayores temperaturas puede causarse el fenómeno de detonación, originado cuando el electrodo llega a ponerse incandescente, originando el inicio de la combustión antes de que salte la chispa. Debido a que no todos los motores generan la misma cantidad de calor, resulta fundamental usar las bujías con el grado térmico apropiado.