El motor “respira” aire, el cual contiene ciertas partículas de polvo en suspensión, entre 1 y 30 mg/m3, según el estado de la carretera. Un motor pequeño tiene la capacidad de "tragar" alrededor de 3.000 litros de aire por minuto, de ahí que si no se encontrara protegido entrarían a los cilindros cerca de 10 gramos de polvo cada hora. Para eso se emplean los filtros de aire, los cuales pueden alcanzar hasta un 99% de eficacia, aunque ninguno tiene la capacidad de impedir completamente que estas partículas tan diminutas pasen al interior del motor.